Carmel
De la Sra. Martin a su hermano Isidore Guérin CF 20 – 23 de diciembre de 1866.

DE  
GUERIN Zélie, Sra. Louis Martin
À 
GUERÍN Isidoro

23/12/1866

 
Carta de la Sra. Martin a su hermano Isidore CF 20
23 de diciembre de 1866.
Mi padre está contento y feliz de ver que es amado y querido en su casa, por lo que se apresura a empacar su baúl para partir el miércoles en el tren de las ocho. ¡Llegará a Lisieux al mediodía, en compañía... de un ganso "recomendado y cebado" solo para ti!
He aqui el consejo que te suplico le des a mi padre: primero le diras que es urgente que le paguen su casa, no la quiere, porque esta alquilada a un oficial, pero este se puede ir de uno día a otro. Entonces sugiérele que no tome un sirviente y que venga a vivir con nosotros, porque no puedes creer todos los problemas que estoy teniendo para encontrar personas confiables y dedicadas para él. Mi marido se presta a esta combinación. No conocerías a uno entre cien que fuera tan bueno como él como suegro.
Como saben, nuestro padre es excelente, pero ahora tiene ciertas manías de viejecito; sus hijos tienen que mantenerlos y estoy completamente decidida a hacerlo. Si vivieras aquí, él iría y se quedaría contigo, porque te quiere más que a mí, pero no cambiará de país, por lo que debe quedarse con nosotros hasta el final de sus días; de nuevo, aconséjale eso.
Debes tener muchos problemas para tener tanta gente a tu servicio, te compadezco profundamente; haz lo mismo por tu parte, compadécete de mí también. Tengo muchos problemas con este maldito Point d'Alençon que pone el broche de oro a todos mis males; Gano un poco de dinero, es verdad, pero, ¡Dios mío, qué caro es!, Dios mío, no me protege de ninguna manera en particular, me parece que no viviré mucho. Fácilmente me consolaría si no tuviera hijos que criar, recibiría la muerte con alegría, "como se saluda el dulce y puro amanecer de un buen día". »
Pienso a menudo en mi santa hermana, en su vida tranquila y sosegada; trabaja, ella, no para ganar riquezas perecederas, sólo acumula para el Cielo, hacia donde van todos sus suspiros. Y yo, me veo ahí, inclinado hacia la tierra, dándome extrema pena por amasar oro que no me quitaré y que no quiero quitar. ¡Qué haría yo con eso allá arriba!
A veces me encuentro arrepintiéndome de no haber hecho como ella, pero enseguida me digo: "Yo no tendría a mis cuatro hijitas, a mi pequeño José encantador... No, es aún mejor que esté trabajando donde estoy, y déjalos estar allí. Con tal de que llegue al Paraíso con mi querido Louis y los vea a todos mucho mejor colocados allí que yo, seré bastante feliz así, no pido más. »
Por favor, mi querido amigo, no lea esta carta a su esposa, ella me encontraría caprichoso, porque veo que me he dejado llevar por todos mis pensamientos; pero así es como le escribo a mi hermana, no me alejo de ella, y no tengo miedo de decirle todo lo que se me ocurre. Y, sin embargo, tu mujercita es tan buena que estoy seguro de que me disculpará.
Le dirás que la amo con todo mi corazón, que espero con ansias el día en que pueda volver a verla, que le deseo una vida más tranquila que la mía y, para el próximo año, un hermoso niño que traiga alegría a los dos, que viváis mucho tiempo juntos en la tierra y que os reunáis en el Cielo para no volver a separaros nunca más.
Termino ofreciéndote mis deseos de un año muy próspero y abrazándote con cariño.

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