JMJT 31 de julio de 88. Carmelo
Mi querido Rey,
¡Si supieras como tu carpa, tu monstruo nos hacía felices! la cena se retrasó media hora, fue Marie du Sacré Coeur quien hizo la salsa, estaba deliciosa, olía a cocina mundial. Era incluso mejor que la suntuosa cocina de Italia, y eso ya es decir, para qué fiestas... y con qué compañía, ¿se acuerda, padre?... Pero no siempre es eso lo que abre el apetito; a mí al menos, porque nunca he comido tanto como desde que estoy en el Carmelo. Siento que estoy completamente en mi centro; si la señorita Pauline estuviera allí, diría: "Encontré mi camino".
Tu Diamante no puede escribirte, porque está lavando mucha ropa, pero eso no le impide pensar en ti, mi querido Padrecito. Ella te besa con todo su corazón, sabes que no es pequeño, el corazón de tu grande.
Estoy pensando en todo lo que nos decías con frecuencia: Vanidad de vanidades, todo es vanidad, vanidad de la vida pasajera, etc. Cuanto más avanzo, más descubro que es verdad que todo es vanidad en la tierra.
Cuando pienso en ti, mi querido Padrecito, naturalmente pienso en el buen Dios, porque me parece que es imposible ver a nadie más santo que tú en la tierra.
Cuando pienso que en ocho días estaré cuatro meses en el Carmelo, no puedo creerlo, me parece que siempre he estado ahí, y en cambio me parece que fue ayer mi entrada. Como todo va...
Cuanto más lejos voy, mi querido Padrecito, más te amo, no sé cómo sucederá, pero es la verdad, me pregunto cómo será el final de mi vida...
Estoy muy orgullosa de mi título de Reina de Francia y Navarra, espero merecerlo siempre. Jesús Rey del Cielo, tomándome para sí, no me apartó de mi santo Rey en la tierra, ¡oh! no, siempre, si mi querido Padrecito está dispuesto y no me encuentra demasiado indigno de ello, seguiré siendo: la Reina de Papá.
La perla fina te abraza con mucha fuerza.
Adiós y hasta pronto mi querido Rey
Tu pequeña Reina, Teresa del Niño Jesús, morirá.
