De la regla primitiva:

"Haréis algún trabajo u obra con vuestras manos, para que el diablo os encuentre siempre ocupados y que no tenga entrada en vuestras almas, usando vuestra ociosidad como puerta. Para esto tenéis buen ejemplo y enseñanza de doctrina en el apóstol san Pablo, por cuya boca habló nuestro Señor Jesucristo y, estando constituido para predicar y enseñar a los gentiles en la fe y en la verdad, no podéis dejar de seguirlo. Por eso dice así: Hemos estado entre vosotros con trabajo y fatiga, trabajando día y noche, no para aburriros, no para que tengamos poder y permiso para pediros, sino para daros forma y ejemplo, para que nos imitéis; porque estando entre vosotros, os anunciamos y predicamos todos los días que el que no quiere trabajar, no coma."

En la época de Teresa, los Carmelos vivían en la autarquía, del trabajo de sus manos, de los productos de su huerta y de algunas donaciones. Gastan poco: nada de calefacción, queroseno para la iluminación, ningún seguro social o de otro tipo, comida muy sencilla. Los edificios fueron construidos a partir de donaciones.

En el Carmelo de Lisieux, el sustento de las hermanas se produce esencialmente por: la producción de pan de altar, ornamentos e imágenes pintadas. Además del trabajo remunerado, los servicios comunitarios ocupan gran parte de su tiempo de trabajo: sacristía, liturgia, contabilidad, limpieza, lavandería, jardinería, confección y reparación de vestidos y alpargates (sandalias de lona caseras). El trabajo pesado lo hacen las hermanas “laicas”, de las cuales esto es parte de su vocación; pero se les ayuda cuando es necesario para todas las hermanas.