Carmel

El hábito carmelita

a finales del siglo XIX

“Los carmelitas deben mantener sus hábitos para que duren lo más que puedan”, leemos en el papel de exacción. El hábito religioso es un elemento de un sistema de vestimenta, con sus limitaciones, sus prohibiciones, sus tolerancias, sus exclusiones. Es un "hecho de comunicación" entre la persona que lo lleva, su comunidad y la sociedad de su tiempo.

Recordemos los bochornos del baño femenino de la misma época para la clase acomodada, como se puede ver en la álbumes de recortes familiares, y en periódicos: 

La clase obrera viste de manera más tradicional, con telas que duran. Este es el caso del bure au carmel, con un hábito sin botones, sujeto completamente con alfileres para abrocharlos.

Heredado del traje de la propia Teresa de Ávila, el hábito es un complejo conjunto de varias piezas bajo el vestido y el escapulario. 

vestido carmelita
El vestido casero marrón. La costura hacia el medio es el "troussis", donde se usa un pliegue de tela en la parte posterior para alargar el vestido en caso de uso.
En la parte inferior del vestido, una cinta (la pieza del talón) protege el dobladillo del desgaste.
Los pliegues de la parte superior del vestido de la izquierda servían para insertar el crucifijo de profesión (pliegue inclinado) y el otro servía de reserva de alfileres.

¡Un vestido muy incómodo!

[1099r] Para mayor comodidad, había hecho un gran pliegue en nuestro vestido, bien cosido, en el punto de costura, para que no tuviera que formar este pliegue todas las mañanas al ponernos el cinturón. Unos días antes de la muerte de Therese le hablé al respecto; inmediatamente me dijo que descosiera este pliegue, porque iba contra la costumbre. Sin embargo, lo dejé quieto, postergando desentrañarlo. Al día siguiente de la muerte de sor Thérèse, esta desafortunada carta nunca se me olvidó y me dije: "Ella ve que todavía la tengo, ¿y tal vez se arrepiente?" Finalmente le recé: “Querida hermanita, si no te gusta este pliegue, deshazlo tú misma, y ​​te prometo que nunca más lo volverás a hacer”. ¡Cosa asombrosa! Al día siguiente, noté que el redil ya no existía. Tuve una sensación de susto ya la vez de gran consuelo.

Testimonio de María de la Trinidad en el Juicio

El sacristán del Carmelo, en un día de mucho calor, se compadeció de las hermanas por llevar ropa pesada.
Thérèse comenta: ¡Ah! en el Cielo, el buen Dios nos recompensará por habernos puesto pesados ​​ropajes en la tierra por su amor.

cuaderno amarillo Agosto 5 1897